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viernes, 29 de marzo de 2013

La espada y el escudo


   En la hora de la verdad, descubriremos si la espada y el escudo están bien forjados. Algunos sospechan que son de plástico. 
   Nadie duda, en cambio, de la autenticidad de las fauces del lobo.


miércoles, 27 de marzo de 2013

La orden 21

   Un domingo de mayo.
   Un día asquerosamente húmedo en Malasia.
   Había llovido durante las primeras vueltas de la carrera. La pista se había vuelto resbaladiza, para después volver a secarse. Por lo demás, imagino que Mark Webber apenas sería consciente del clima. Encajado en la cabina de un bólido Azul de Prusia que hacía avanzar a más de doscientos kilómetros por hora, debía sufrir el embate de fuerzas increíblemente poderosas. La presión casi asfixiante sobre su pecho lo mantenía pegado al respaldo, mientras los brazos aferraban un volante con el que controlar a la bestia. A cada curva, una serie de aparatos se aseguraban de que el brusco giro no pudiese quebrar su poderoso, tenso cuello. El corazón palpitaba veloz. Los números operaban en su cabeza, las órdenes llegaban de la radio y las amenazas del retrovisor, las oportunidades estaban enfrente, por lo que debía pensar siempre rápido y frío.
 
   Restaba poco para el final. Webber lideraba la carrera. Tras él iba su compañero de equipo, el joven alemán Sebastian Vettel. Ambos mantenían una amplia distancia con el resto, sólo les amenazaba ya la fatal posibilidad de un accidente, que sin embargo, en esas circunstancias era fácil de prevenir. El equipo les aconsejó que bajaran las revoluciones, por cautela.
   Así lo hizoWebber.
   Vettel no. Por algo era campeón del mundo. Aprovechó.
   Antes, ya se había quejado por radio de la lentitud de su compañero.
   Webber vio en el retrovisor el coche del alemán, dándole alcance raudo, igual que se ve emerger un tiburón de las aguas. Sorprendido, debió sentir el ascenso de la rabia amarga por sus entrañas, aunque no creo que el corazón pudiera acelerársele más. Dolido por la traición, furioso, se defendió con uñas y dientes.
 
   La batalla fue despiadada. Los ingenieros, incrédulos, se llevaban las manos a la cabeza. Ante el riesgo de un choque que lo mandase todo a tomar por culo, instaron a Vettel a que detuviese aquel ataque. Su actitud violaba la orden 21. Caso omiso. Poco después, el agresivo piloto logró su objetivo. Tras arriesgadas maniobras, adelantó a su compañero. Ganó la carrera.
    Una vez obtenida la victoria, el indisciplinado piloto se disculpó.
    Un bloguero especializado de El Mundo escribió que tal disculpa era una muestra de debilidad. Que Vettel debía sentirse orgulloso de lo que había hecho, porque era el mejor.
    Parece que la agresividad, la osadía, el egoísmo, la ambición y quizás el hijoputismo son atributos útiles para llegar a campeón. Algunos comentaristas consideraban lo sucedido perfectamente lógico, y llamaban infantiles e ingenuos a quienes criticaban a Vettel. De acuerdo pues. Es lógico. ¿Quién soy yo para dudarlo?
    Pero téngalo usted en mente cuando un tipo de estos cobra millones por una publicidad en la cual el banco anuncia su "mentalidad ganadora".
 
   Que luego nos extrañamos.

lunes, 25 de marzo de 2013

La "choni"

   Nació en una familia, hasta donde yo sé, estructurada, en nuestra pequeña ciudad de provincias. El padre tenía una empresa. La madre era maestra. Pasó los años del colegio sin pena ni gloria.
 
  Al llegar al instituto, con doce años, se le ocurrió, por las buenas, hacerse gótica. Se pintaba los ojos muy negros y llevaba collares de pinchos, y caminaba por ahí muy seria. Combinaba la indumentaria oscura con forros polares, chándales, o auriculares rosas baratos. Resultaba desconcertante. Pero bueno, no era más que una forma de vestir. Fea y llamativa. Pero a esa edad nadie tiene un look de revista.

  A los trece se enorgullecía de haberse follado a su primo y a un negro en un fin de semana.
  Paulatinamente fue pasando de lo gótico a lo choni, lo poligonero. Hizo nuevos amigos, o eso creyó. Empezó a fumar porros como una posesa. Decía que, cuando fumaba, oía tres voces en su cabeza. Una le pedía que dejase de fumar, otra le sugería locuras, como suicidarse o matar a alguien, y una tercera no paraba de reír.
  Ella misma no paraba de reír. Tenía un rostro porcino, la excesiva raya de ojos le daba un aire maléfico, sus hombros eran anchos para mujer y tenía vello negro a lo largo de toda la espalda y en el culo, cuya mitad superior siempre quedaba a la vista, junto con el ínfimo tanga, entre la chaqueta y el pantalón.

  Con quince años proclamaba que quería ser puta. Les contaba a sus compañeras que había quedado con tres gitanos para follar, y que le iban a pagar tanto.
   La gente normal se alejaba de ella. Lo había buscado.Se dedicaba a relatarle a cualquiera detalles obscenos de su vida sexual, real o ficticia (siempre quedará la duda). Su lenguaje se había vuelto extremadamente vulgar, con un escaso vocabulario lleno de palabras gitanas y exclamaciones. Al menos un coño por frase. Acompañaba esto con gestos vehementes propios de un rapero del Bronx. Nunca cambiaba de registro, con este mismo lenguaje se dirigía al profesor de literatura. Se solía sentar en clase con las piernas abiertas, los brazos cruzados y la capucha puesta. Mascando chicle descaradamente.
 
   La droga o las compañías la habían vuelto inestable. Su humor cambiaba en segundos. Si no te tenía respeto, es decir, si te dignabas a hablarle, te podía meter una hostia por menos de nada.
   Este verano, con dieciséis, llevaba una pulsera con el nombre de su novio, un toxicómano de diecinueve años, ingresado en el Proyecto Hombre. Denunciado por malos tratos a su propia madre. Lo contaba entre risas y coños. Su boca emanaba un aliento fuerte y un olor a porro que tiraba para atrás.
 
   Nació en una familia, hasta donde yo sé, estructurada, en nuestra pequeña ciudad de provincias. El padre tenía una empresa. La madre era maestra. Pasó los años del colegio sin pena ni gloria.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Pavo real

   Leyendo una página de cotilleos, mi madre se hace esta pregunta en voz alta: "¿Cómo vestirse para una misa pontifical?"
   Mi hermano le resuelve la duda inmediatamente: "Como un pavo real."
   Mi madre muestra su desacuerdo: "Jo, pues con lo que ocupan las colas de los pavos reales, no cabrá mucha gente en San Pedro." "Yaa..." mi hermano se encoge de hombros.
    Qué se le va a hacer, es la tradición.

sábado, 16 de marzo de 2013

Pagar por el Whatsapp

  Sí, señores y señoras, hay que empezar a pagar por el Whatsapp (mal escrito, lo sé). El primer año es gratis, de prueba, pero luego ya toca soltar la pasta.
  Un euro al año, creo. Uy, perdón. Ochenta y nueve céntimos. Luego hay otras tarifas. Dos euros y cuarenta céntimos por tres años, por ejemplo. Una fortuna, sin duda alguna. ¡Y con la que está cayendo! 
   Pequeño drama nacional.
   Afortunadamente no todo está perdido. Hay alternativas, otros servicios de mensajería. El Line por ejemplo, que se ofrece gratis forever and ever.
   Uy, por cierto, y digo yo¿y cómo se mantiene una empresa que ofrece sus servicios gratis forever and ever?
   Les cuento. Lo de gratis es relativo. Cuando uno se descarga tanto el Whatsapp como el Line, o cualquiera de esas aplicaciones tan necesarias para la vida, autoriza a la empresa fabricante a tener acceso a sus llamadas, sus SMS, sus datos almacenados... en resumen, a todo el contenido de su teléfono. El negocio, según parece, está en vender esta información a las agencias de publicidad para que le anuncien a través de internet justo el pantalón que estaba buscando. Este fin no tiene nada de malo. Pero sí que es preocupante que creamos que nuestra información personal no vale nada. Que la demos alegremente a cambio de un servicio que luego consideramos que nos ha salido gratis. La conclusión es: merece más la pena indignarse cuando te exigen ochenta y nueve céntimos al año que cuando te exigen saber dónde vives y donde estás en cada momento, a quién llamas y cuándo, acceder a tus vídeos, tus fotos, leer lo que opinas, lo que les dices a tus amigos, la música que escuchas y todas esas cosas irrelevantes.
   Hace poco leí a alguien muchísimo más instruido que yo referirse a este tema en un espacio mucho más respetable que éste... diciendo que se notaba que no habíamos leído a Orwell.

miércoles, 6 de marzo de 2013

En círculos

-Si el coche es cada vez más rápido, más eficiente, más fuerte, poderoso y bello, más confortable, y el conductor está cada vez más preparado,¿cómo es posible que siga girando en círculos? 
- Igual que lo hacen la Tierra o la Luna, desde que nacieron hasta que mueran... Simplemente es así... Supongo.