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martes, 16 de diciembre de 2014

El cielo líquido y negro

Son piscinas de barrio, doctor, y están llenas de cloro que disuelve el pis. Lo ha visto. Todo el mundo lo estará viendo. Esos ojos azules son piscinas de barrio.

Y yo, de verdad, que no lo entiendo.

Lo hice todo bien, doctor. Le juro que lo hice todo bien. Horas y horas, y academias, y siempre sacó sobresalientes, eh. Piense en la palabra. Todo por un cielo claro y despejado.

Era la mejor, doctor, ganó carreras en los cien metros lisos, ya lo creo. Nadie podía con ella. Y ahora resulta que le pesan las piernas, que le cuesta correr, que la bestia le alcanza, que no llegará...Voces que dicen que no llegará.

No hay quien lo entienda, doctor, de verdad. Con un iPhone en la mano nadie grita sin voz. A nadie le falta la voz.¡Por favor! Hice todos los esfuerzos, doctor, ¿para qué? ¿Para esto?

¡Si el año pasado estuvo en Londres, doctor! (Y en las Islas Canarias, pero ya ves tú...) Y habla inglés como una reina, eh, y toca el piano, pero es que dice que no le gusta, ¿sabe? Que eso no es música de verdad. Que nunca tocará música de verdad. Que ya no es posible. Tiene las santas narices de decir que...

Lo hice todo bien, doctor. Todo. Me dejé la vida. Por un cielo claro y despejado. El cielo líquido y negro tenía que ser para otras. El peso del mundo tenía que aplastar a otras.

Los ojos de mi niña no nacieron
para ser piscinas de barrio.

¿Qué va a recetarle, doctor?
Porque esto no puede seguir así. Hay que arreglarlo.

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