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sábado, 4 de mayo de 2013

Lejos del filo

   Llevo demasiado tiempo sin publicar, creo. Ya toca, así que aquí estoy, sin inspiración, intentando pensar en algo interesante que contarles.
   Veamos. ¿Qué ha pasado desde mi última entrada?
   El Primero de Mayo, por ejemplo. Ciudad pequeña. Sol suave. Día agradable. En la manifestación alternativa a la de los grandes sindicatos marchaban algunos punkis de mala vida con sus perrazos. Jóvenes estudiantes, de los autodenominados antifascistas, enarbolaban banderas republicanas, comunistas, independentistas o de la CNT. Pero el grueso del grupo lo formaban, como es habitual, intelectuales y/o funcionarios, cuya media de edad eran unos cuarenta años. No, cincuenta. Esa generación. Gritaban que el pueblo estaba en la calle, y recordaban su fuerza.
   Claro, todo esto del pueblo, como siempre, sonrojaba un poco. Todos los lemas antiguos. Porque la verdad es que al pueblo no se lo ve, y tal vez el que esta jodido de verdad siempre lo ha estado, o todo esto le resulta ajeno, por los motivos que sea, o bien tiene tragaderas o ve salidas o no se siente aún cerca del filo. Porque en conjunto, y salvo excepciones como los preferentistas o los desahuciados, debemos de estar muy lejos del filo.
    Pero lo malo es que nos acercamos cada vez más a él, lentamente y con la tontería quizás lo alcancemos. Continuarán apretándonos las tuercas. Las manifestaciones seguirán siendo una excentricidad de gente guay o de adolescentes que pertenecen a grupos radicales con tintes de tribus urbanas, gente con ganas de lío, o de sindicalistas viejos. Y la apisonadora continuará su camino sin impedimento alguno. Y unos pocos, cada vez más, seguirán protestando. Pero la gente, el pueblo, seguirá pasando de todo. Por este camino se va a la desesperación. Al llegar, la gente se preguntará como coño hemos ido a parar allí. Entonces, la reacción. Ya tarde, ya con mucho rencor acumulado. Ya porque no queda otra. Y todo estallará en mil pedazos.
   Aún estamos lejos. Muy lejos. No creo ni que lleguemos. Pero cuidado, hostia. Porque seguimos ese rumbo. Girar depende de todos.

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